Los jóvenes egipcios piden una "segunda revolución"

Una manifestación en la plaza de Tahrir la semana pasada.

Los jóvenes egipcios que iniciaron las revueltas que derrocaron hace casi cuatro meses al presidente Hosni Mubarak piden ahora una "segunda revolución".
La frustración se ha apoderado de muchos de los manifestantes que ocuparon la plaza de Tahrir en El Cairo durante 18 días en enero y febrero y que han visto cómo el cambio político no ha venido aparejado de una rápida mejora económica.
"Muchos se preguntan por qué seguimos protestando", le dijo a la BBC una joven que el viernes se congregó junto a otros miles de manifestantes en la céntrica plaza de la capital egipcia.
"No hemos obtenido lo que pedíamos: dignidad, libertad y justicia social".
La caída de Mubarak generó grandes expectativas entre los jóvenes y los pobres egipcios. "Muchos pensaron que iban a hacerse millonarios de la noche a la mañana", opina otro joven que dice que acaba de alistarse en el ejército.
Lo cierto es que los precios de los alimentos básicos se han doblado desde el triunfo de la revolución y el desempleo juvenil supera el 30%.
Por si fuera poco, los egipcios están descubriendo en esta nueva etapa que su sociedad tiene problemas más graves de los que creían.
La violencia entre cristianos coptos y musulmanes salafistas dejó 12 muertos a principios de este mes en Imbaba, uno de los barrios más pobres de El Cairo.

Impaciencia

Egipcios sentados en la plaza de Tahrir.
El gobierno provisional, dirigido por el ejército, tiene por delante el enorme reto de responder a las altas expectativas creadas tras la caída de Mubarak.
El alzamiento consiguió derrocar a Mubarak de manera muy rápida, pero ha sido seguido por un ritmo de reformas mucho más lento, según destaca el periodista de la BBC Jeremy Bowen.
Los manifestantes de la plaza de Tahrir portaban pancartas en las que se leía "La revolución no ha terminado".
Una de sus demandas principales es que avance más rápido el proceso contra Mubarak y algunas de las figuras más destacadas de su gobierno.
La otra gran exigencia es la mejora de las condiciones de vida de decenas de millones de pobres egipcios.
El ministro interino de Economía, Samir Radwan, compartió con la BBC los preocupantes datos económicos del nuevo Egipto.
Las exportaciones han caído un 40%, los ingresos por turismo US$13.500 millones y la actividad industrial se ha reducido a la mitad debido a las huelgas constantes.
"Muchas de las demandas de las protestas son legítimas. Los salarios son demasiado bajos", reconoce el ministro, que cobra US$300 al mes.
Los sindicatos exigen que el salario mínimo, de US$70, se multiplique por tres.

Preguntas sin responder

Pero con el panarama sombrío al que se enfrenta la economía, el ministro no se muestra optimista. "Egipto es conocido por ser un país de milagros", observa, "pero no hasta tales extremos".
El mejor indicador de hacia dónde se dirige Egipto será el resultado de las próximas elecciones parlamentarias, en septiembre, y presidenciales, que se esperan para antes de fin de año.
Las elecciones resolverán muchos interrogantes según nuestro corresponsal: ¿Serán justas?, ¿llegarán a celebrarse? y ¿serán los egipcios, acostumbrados durante décadas a participar en elecciones que no arrojaban cambios reales, capaces de aceptar los resultados?
Los jóvenes egipcios querrán ver las respuestas antes de que termine este año.